En los tambores yaracuyanos retumbará el legado de Eloy Sevilla

El tamborero mayor Eloy Sevilla dejó de existir físicamente el pasado 5 de agosto en la población de Taría, municipio Veroes, Yaracuy, a la edad de 98 años, luego de una fructífera vida llena de aportes a la cultura y a la música afrodescendiente que tanto amó. Su legado vive en el tambor y en las parrandas que el veroense dedica con fervor y devoción a San Juan Bautista.
El Rey del Tambor, como queda en el recuerdo de todos los yaracuyanos, es hijo de Paulino Oliveros y Sulpicia Sevilla. Nació el 25 de junio de 1918 en Palmarejo, Veroes, para luego irse con su madre a vivir a Taría, cerca de su lugar de origen. Entre ambas localidades transcurrió toda su vida.
Desde muy niño, junto con sus hermanos paternos Luis Arteaga (hijo de Guillermina Arteaga) y Pedro Quiñónez (hijo de Domitila Quiñónez), y con otros yaracuyanos vinculados con la celebración religiosa y la música de tambores que rodean las tradicionales parrandas en honor a San Juan Bautista, se involucró con estas fiestas, que adoraba con vehemencia y pasión.
Eloy siempre promovió entre los más jóvenes el amor a la cultura, el apego a las raíces y la ejecución del tambor, principalmente el toque del luango corrío, que se interpreta con el cumaco, considerado por la comunidad afroveroense el tambor más difícil de tocar.
”Él nos comentaba que debíamos rescatar nuestra esencia y que nunca dejáramos que nos cambiaran nuestra cultura. Nos contaba muchas historias de nuestros ancestros africanos y de cómo fabricó su primer tambor con el tronco de lechosa porque en aquel tiempo no se contaba económicamente con el apoyo de ningún ente gubernamental”, refiere su sobrino Klisber Parra.
También fue un excelente fabricante de estos instrumentos musicales, que desarrolló aplicando técnicas propias de la zona.
El cultor e investigador yaracuyano Luis Valles refiere que Eloy Sevilla fabricó tamboras cortas y tambores largos con una nueva técnica en su elaboración, que no requería acercarlos al fuego para tensar el cuero, sino que con sólo darle un golpe sobre los clavos que sujetaban el aro se lograba el temple requerido.
Esta nueva forma de hacer los instrumentos de percusión fue gratamente aceptada por los habitantes de Palmarejo y del resto de comunidades del municipio, debido a que con este estilo las manos de los tamboreros se resentirían mucho menos con pieles o cueros tratados sin tener que calentarse.
El cumaquero mayor, como también es recordado en su poblado natal, Palmarejo, siempre será referencia obligada de la cultura popular, música afrodescendiente y la parranda de San Juan, y siempre se escuchará en cada canto de sirena (rimas de cuatro versos que se cantan sin acompañamiento musical) y en el retumbar de cualquier tambor.
(Cortesía AVN)
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